21 de mayo de 1949Cara Doris:[...]Me parece tonto y vano contarte la vida que ha sido la mía en las dos semanas de tu silencio. Es vano porque tú, a pesar de tu inteligencia y tu sutileza no has comprendido mi temperamento. Sólo viste en mí el lado de niño estúpido y carente de toda lógica. No has conocido la naturaleza primitiva, no civilizada, que me llevó siempre a pedir a los seres que quise una total limpieza del alma y el cuerpo y una absoluta lealtad. Por esto me quedé solo. Pero, aun cuando sea tan espantoso perder a los seres queridos, voy a morirme como vine, bajo el signo de lo Absoluto. No todo es en mí infancia y torpeza, Doris; hay también una adultez recóndita que en el momento dado me hace ver y palpar toda la realidad. Es el caso presente.
Lo que pierdes en mí son muy pocos años de amistad terrestre. Y esto mismo lo pierdes a medias. Porque yo te pido contar conmigo en cualquier situación dura que se te presente. El afecto que tú me has tenido ha sido, según la propia expresión tuya, filial. No quemes eso también, no lo arrojes de ti por orgullo herido. Escríbeme en cualquier caso de emergencia. Pero yo te ruego que no me escribas sino por una razón de esa especie. Y te pido igualmente no venir a Jalapa. Mi ánimo está muy trabajado por los días pasados. Me harías mal y tú no quieres hacérmelo. (Un mal moral muy fuerte y el daño físico correspondiente a él.)
Tu psicología es cabal para la gente de tu raza; pero ello ha errado enteramente con este ser elemental, sin matices y brutalmente sincero, que llama al pan pan y al vino vino. Te engañaron mis horas y mis días de sonambulismo. Yo recobré por unos meses contigo, mi fe en lo humano; yo creí, yo confié, yo me di. La caída ha sido tremenda. Necesito ahora rehacer mi espíritu y también mi cuerpo. Así, en soledad y en silencio. No intentes tú, con esa piedad que en ti reemplaza al amor, rehacer lo dañado y zurcir lo roto. Yo no sirvo para esa clase de manipulaciones. La piedad te falló esta vez; no supiste que una criatura puede deshacerse, estropearse, en unos cuantos días de angustia pura (absoluta).
Es cierto que eres muy joven y que tienes mucha fe en ti y en el poder del encanto no poco misterioso que Dios puso en ti y que obró sobre mí. Pero la verdad es que lo vivido por mí contigo era algo tan absurdo -y tan perfecto- que no podía durar. Era de un absurdo descomunal.
[...]
Me parece un sueño el que yo tenga que escribir una carta como la que estoy haciendo para ti. Yo te he visto ser con todos de una extremada cortesía, y ser además una persona bondadosa. No sé por qué causa yo vivo esta pesadilla de que tú me rehúses una carta de diez líneas, diciéndome qué cosa ocurre. Sea que hayas reanudado tu relación con el psiquiatra, o con M.M., es asunto de mera humanidad escribir, responder a una persona que no te ha ofendido ni en pensamiento. Ay, Doris Dana, ¡no te hagas un Karma doble con esta crueldad que no tiene superlativo! He visto un verdadero examen de conciencia y no hallo en mí sino una culpa: haber creído, a base de la coquetería que tú tienes con casi todos, que había en ti algo parecido al cariño por mí y haber obrado en consecuencia con eso. Debiste tú haberme dado una rehúsa neta e inmediata. No hubo nada parecido a eso. Tal vez comenzaste un juego conmigo cuyo calificativo prefiero no estampar. No se juega así con seres de mi especie; creo que nadie hizo nunca conmigo algo semejante.
Y por esto y por mucho más, yo vivo ahora en un verdadero estupor, en un asombro del cual no logro salir. Parece una burla que me hiciese el Demonio. [...]
Quemados el sentimiento y la pasión, yo guardaré hacia ti un agradecimiento profundo de la ayuda que me diste para vivir. En esta vida o en otra, eso te será devuelto por Dios o por los seres.
Adiós, Doris Dana. Sé feliz con quien sea.
Gabriela(Carta publicada en el epistolario Niña Errante (correspondencia entre Dana), editado por Randon House-Mondadori y la Biblioteca Nacional de Chile, a cargo de Pedro Pablo Zegers)